viernes, 6 de noviembre de 2009

Terminemoslo

TERMINEMOSLO

En mi colegio secundario, cuando estabas en tercer año tenías que elegir qué orientación querías seguir. Yo elegí “Letras”: tenía un enfoque más humanístico y menos carga horaria de matemática. No tenía ni Físisca, ni Química, ni Contabiliadad. Mis dos mejores amigas eligieron cada una, una orientación distinta. Priorizamos los intereses y el futuro antes que la amistad. Lo cual me parecía bien. No era partidaria de seguir una carrera para estar con mis amigas. Yo estaba decidida en que en la universidad quería estudiar Letras. No tenía mucha idea de qué se trataba pero como me gustaba mucho lengua, literatura, leer, escribir y toda la rama humanística era mi fuerte, tenía esa carrera en mente. Con el tiempo me di cuenta que no era mi carrera o que tal vez si me hubiera agarrado “mejor plantada” la podría haber hecho mejor, con más dedicación y constancia y hubiera llegado más lejos con más confianza y seguridad.

Empecé cuarto año en una nueva división cuarto Cuarta: Letras. La división de los vagos para ser más sincera. Sí, todos los que no sabían que elegir pero que sabían que no querían tener matemáticas se anotaban en Letras. Todos los peores alumnos, es decir los que tenían más problemas de conducta, estaban ahí. Hasta un alumno nuevo que venía de otro colegio. La primera vez que lo ví no me llamó la atención. Al contrario me pareció poco atractivo que siempre usara el mismo equipo deportivo, que fuera tan alto y que se sentara en el rincón con las gordas y no hablara mucho. Después se empezó a juntar con los otros chicos y a portarse mal, también, a ser vago. Se formó un grupo de chicos y chicas muy bueno. Yo también me incluí.. Empezamos a hacer salidas. No me perdía ni una porque me gustaba Ernesto. Me encantaba. Luego me enteré que Ernesto gustaba de una de mis nuevas amigas, Estella. Pasaron unos meses, sufrí y lloré. Porque siempre tenía la ilusión que cambiaría el objetivo y gustara de mí. Pero no fue así. Luego de un tiempo me enteré que Cachito gustaba de mí. A mí no me gustaba Cachito. Era el más revoltoso del grupo. Se la pasaba haciendo bromas de toda la clase. Molestaba a las profesoras, les hacía chistes. Con algunas de ellas se llevaba bien. Yo era el antítesis de él. Siempre tan aplicada, con la tarea hecha, todo estudiado, sabía lo que había que hacer para el otro día. Si me costaba alguna materia iba a profesor particular. La verdad es que Cachito sólo me parecía un buen chico para tener como amigo, un buen compañero, alguien con quien reírme mucho y pasarla bien. Vinieron las vacaciones de invierno y esa noticia pasó. Quedó todo en la nada. Como son las cosas a esa edad, volubles; que se disuelven en el tiempo y el espacio. Que se diseminan y se amalgaman y al otro día todo está bien y nada pasó.

En octubre hubo un cumpleaños de una chica de otra división al que mi mamá no me dejó ir porque era muy tarde. Todos estábamos invitados. Todos los de todas las divisiones. Yo no fui y al lunes siguiente me enteré de algo que me desconcertó. Una amiga de mi curso me dijo que Segundo, aquel chico nuevo con equipo de gimnasia había preguntado por mí. Que había preguntado varias veces por mí. Qué por qué no había ido y demás. Otros dijeron que estaba borracho. Cuando le conté a mis mejores amigas me dijeron “Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad”. La verdad es que antes de eso yo no le prestaba mucha atención, pero una vez que me enteré que había preguntado por mí lo empecé a mirar con otros ojos. Y le dije a mi amiga que me gustaba él y “que me hiciera gancho”. Finalmente no sé cómo se enteraron todos los varones, hasta los de otras divisiones. Entonces, se lo hice desmentir.

Luego de un mes se lo conté a un amigo varón y me dijo que me iba a hacer gancho. Una mañana, en el patio, le preguntó si tenía novia; si le gustaba alguien. A estas preguntas obtuvo todas negativas. Después le preguntó qué le parecía fulanita para ver qué decía. Dijo que para él era una compañera y nada más. Le preguntó por mí y dijo que yo le parecía linda, que era su amiga. Ahí quedó todo. Después de algunas aproximaciones tímidas y amistosas que no pasaron más de eso, terminaron las clases y todo en la nada quedó. Hubo una fiesta de egresados de los quintos años. Fui con mis amigas. En la puerta, nos encontramos con mis compañeros y con Segundo! Mi corazón latía cada vez más rápido. Yo estaba muy enamorada de él. Era el más lindo de mi curso. Todas mis amigas gustaban de él y se preguntaban cómo serían sus besos con esos labios gruesos. El problema es que ellos no tenían entradas entonces no sabían si los iban a dejar ingresar. Nosotras entramos sin saber qué pasaría. Si Segundo llegaba a entrar era muy probable que algo pase porque él ya sabía que yo estaba más que interesada en él. De repente estábamos bailando y los ví caminar a lo lejos. Mi corazón volvió a retumbar dentro de mi pecho. Tenía mucha emoción. Era la primera vez que lo veía vestido con jeans. La camperita deportiva era la misma, no se la había cambiado. Estaba muy lindo. Altísimo, hermoso. Se pusieron a bailar al lado nuestro. Bailábamos todos en grupo. Yo me lucí con los pasitos que había practicado durante la semana en casa frente al espejo. Pasaron una canción con la que unas amigas nos cargaban a él a y a mí: “Todos a bailar el baile del pimpollo, el baile del pimpollo!”. Después unos chicos sacaron a bailar a mis amigas y ellas se separaron del grupo. Todos le hacían caras para que me saque a bailar. Él estaba muy tímido. Yo también. Pero era tanto lo que me gustaba él que me había vuelto valiente. Quería bailar con él y que me diera un beso. Finalmente me sacó a bailar. Bailamos un montón de cumbias. Todas iguales, bastante duritos, haciendo siempre el mismo paso. Tal es así que uno de los chicos de tercer año que le insistía para que pasara algo le dijo al oído que íbamos a hacer un agujero en el piso si seguíamos así. Al final paró de bailar, me tomó de las manos bajó la cabeza hasta mi oído y me dijo “Lucía, me volvés loco, a vos te pasa algo conmigo? Apenas atiné a responderle un sí finito me encajó un beso precioso. El segundo beso que yo le daba a un chico en mi vida. No sé qué número sería el de él. Al final pude develar la intriga que teníamos con mis amigas ya que besaba muy bien. Era muy dulce y yo sentía que tocaba el cielo con las manos. El me gustaba hacía mucho tiempo y era la primera vez que “se me daba” con alguien que me gustaba desde antes. Luego nos sentamos en el boliche y hablamos de cómo se habían dado las cosas. Que a él le daba miedo hablarme porque pensaba que mi amigo le había mentido, que “lo había mandado al muere”. Nos dimos más besos. A todo esto estaba Cachito que oficiaba de amigo de él y de compañero mío y también de alguien que una vez había gustado de mí pero que ya no. Nos despedimos en la puerta del boliche, Segundo me dio varios besos que ninguno de los dos queríamos terminar. Volví a mi casa a dormir con mis amigas. Acostadas en los colchones sobre el piso casi no dormimos recordando aquella hermosa noche. Y sí, les dije que los besos de Segundo eran maravillosos.

Después de ese día, el lunes nos encontramos en el colegio. Yo no sabía como saludarlo. Me daba mucha vergüenza saludarlo delante de todos nuestros amigos. El estaba dormido sobre un banco porque había ido a otra fiesta. Al lado estaban nuestros amigos y lo cargaban porque se sentía mal porque había tomado mucho en esa fiesta de egresados que había ido. Yo le acariciaba la mano y el pelo. No podía no hacerlo, era más fuerte que yo, era lo que me salía. Lo quería mucho. Le había tomado mucho cariño y ahora que había conseguido mi triunfo no lo quería desaprovechar tan fácilmente. A la salida de la escuela fuimos todos al parque a tomar algo y reunirnos como siempre solíamos hacer. Todos se fueron yendo de a poco y nos quedamos nosotros dos solos. Empezamos hablar de la fiesta a la que él había ido. Me contó que se había caído de la bicicleta del primo y que se había golpeado el codo, yo se lo acaricié. El arrimó la cara y me dio besos y otro más y otro más. Teníamos que irnos cada uno a su casa para almorzar. Nos despedimos en la esquina frente al parque donde no podíamos despegarnos. No queríamos, tampoco. Los besos de él me transportaban a otro planeta. Estaba hecha una boba enamorada. El tampoco quería despegarse. Pasó un camión y de adentro nos gritaron de todo, alguna guasada no recuerdo cuál, por suerte. Finalmente el me dijo que me acompañaba unas cuadras. En ese trayecto frenamos varias veces para besarnos. Sus besos eran irresistibles. No era una situación habitual estar con el chico del que estaba tan enamorada. Tenía que aprovechar. Me acompañó hasta la esquina de Ambrosetti y Aranguren. De ahí se iría caminado hasta su casa que era en Villa Luro Todo derecho por Aranguren, serían unas treinta cuadras. Él había optado por esa opción y yo se la respetaba con tal de tenerlo conmigo unos minutos más. Para mí haber caminado esas cuadras con él había sido un sueño hecho realidad. Para mí él era el más lindo de la escuela. Aquel que tanto me gustaba, del que todas gustaban. Aquel con quien me había costado tanto estar. Por todo eso lo valoraba el doble.

Fui a mi casa, llegué tardísimo a almorzar. Mi hermana me dijo de todo porque no sabía dónde estaba y yo me había llevado algo de ropa de ella, el walkman y no sé qué más. Le conté todo, se puso contenta. Pero nadie más que mi corazón y yo podíamos percibir y sentir la felicidad que experimentaba en es momento. Estudiar no me molestaba, preparar las materias para diciembre, tampoco. Mientras estudiaba pensaba en él y anotaba en mi escritorio con palitos la cantidad de besos que nos habíamos dado. Porque a esa edad todo es en números. Todo se contabiliza.

Nos vimos otras veces en la escuela. Cuando lo veía, enseguida lo abrazaba; le daba un abrazo más que cariñoso que se fundía en un beso hermosísimo por parte de él. Por supuesto que él no demostraba el mismo entusiasmo que yo porque yo soy mujer y se me notaba más que estaba enamorada pero sí me demostraba su cariño y parecía ser una persona afectuosa. También nos vimos en cumpleaños y fiestas a las que nos invitaban a todos y nosotros siempre estábamos a un costado acaramelados y de vez en cuando nos integrábamos a las conversaciones. En muchas de esas reuniones estaba Cachito a quien Segundo una vez le dijo que no lo molestara, que no interrumpiera y me siguió dando besos. Yo me sentía una reina entregada al amor. No podía creer lo que estaba viviendo. Aparentemente Chachito ya no sentía nada por mí sino que gustaba de otra chica de nuestra división, una que era dark, se vestía toda de negro y escuchaba The Cure. Una noche fuimos a la casa de Cachito mis amigos, Segundo y yo. Y Segundo burlándose de Cachito le dijo que él era un perdedor porque al final no se había quedado conmigo. Yo me sentí mal por Cachito pero bueno, los chicos a esa edad son crueles.

Luego la relación se interrumpió por unos días porque Segundo me dejó de llamar y no nos vimos. Yo pensé que ya todo había terminado. Finalmente apareció en el cumpleaños que Cachito festejó en su casa. Ahí luego de un planteo y larga charla, nos reconciliamos. Era la última noche que nos veíamos. Al otro día los dos partiríamos de vacaciones. Yo iría a Brasil y él con toda su familia a Mar de Ajó. Pasaríamos un mes sin vernos. Para mí sería difícil pensar que él no estaría con ninguna otra chica por un mes.

Ese mes lo recordé cada día y siempre pensaba que estaría haciendo. Le escribí poemas y anotaba en mi diario cuánto lo quería. Lo recordé en Tandil y en Brasil. Esperé con ansias el día que él llegaría de la costa.

Ese día fui a un teléfono público con muchas monedas, muchas más de veinticinco y lo llamé. Me atendió el papá y me pasó con Segundo. Le dije si nos podíamos ver. Me dijo que no podía porque tenía profesora particular y al otro día también y que no lo dejaban salir. Yo le hice algún tipo de reclamo del tipo “no nos vimos por un mes” y que yo lo había extrañado. El me dijo “No nos vimos por un mes. Yo me di cuenta que para mí ya está”.

A mi se me rompió el corazón pero por otro lado era algo que suponía podía llegar a pasar. Yo me había inventado una novela muy difícil de sostener a lo largo del tiempo y que no se correspondía con los hechos sino con mis deseos. Deseos de una niña adolescente. Al otro día me iba de vacaciones con mis amigas a Córdoba. Las chicas me presentaban candidatos pero yo no hacía más que llorar por él. Yo lo quería a él. Pero él no estaba allí. Cuando volví de las vacaciones me preocupaba el hecho de volver a la escuela y verlo. Me preocupaba como tenía que reaccionar. Cómo tenía que saludarlo. Cómo iba a reaccionar él. Si me saludaría, si iba a hacer como si nada.

Llegó la fecha en la que debíamos anotarnos en quinto año en la escuela. Yo iba con mis amigas y antes de cruzar la calle una de ellas me dijo “¿Ese no es Guido?”. Miré bien y me di cuenta que no sólo era Guido sino que estaba besando una chica en la puerta de la escuela. Fue como un puñal en medio de mi pecho. Respiré hondo y crucé la calle. Tuve que pasar por al lado de esa escena nefasta. Luego de inscribirnos fui a mi casa, me senté en el sillón y lloré muchísimo mientras le preguntaba a Dios por qué me había hecho eso, por qué me hacía sufrir. Por qué. Ésa era mi pregunta. Por qué.

En marzo comenzaron las clases. Él se sentó en una punta del aula y yo en la otra. Tener que verlo todos los días se me hacía insostenible. Teníamos el grupo de amigos en común, eso era aun más incómodo. Cuando pasaba por al lado de ellos lo saludaba. Él nunca se acercaba a saludarme. Luego, Segundo comenzó a juntarse con otros chicos que lo llevaban por mal camino. Dejó de ocuparse de las tareas del colegio y comenzó a faltar muy seguido. Así y todo, coincidíamos en algunos lugares: en las reuniones a la salida del colegio, cumpleaños y fiestas. Cada una de ellas me resultaba un esfuerzo enorme, tener que verlo y que ya no esté conmigo. Que esté con otras chicas o yo me entere que había estado. Igualmente, siempre iba porque siempre tenía la esperanza de que algo pasaría. Siempre. Por todo un año tuve esa esperanza. Y me la pasé esperando algo que no llegaba. Pasó mi fiesta de egresados en la que el se tranzó una chica de otra división que estaba enamoradísima de él hacía muchísimo tiempo. Luego llegó la fiesta de egresados de otra división a la que también todos fuimos. Él estuvo toda la noche con esa chica y yo me reencontré con un chico que me gustaba hacía un montón pero que había visto una sola vez. Nos reencontramos con Gerard, nos besamos y nos pusimos a salir. Un poco lo hice para sobreponerme de lo doloroso que era para mí ver a Segundo con otra chica. También por el hecho de saber que ya lo había esperado todo un año y que nada pasaría y también por despecho, claro.

A la salida de la fiesta lo ví pero por supuesto no le hablé. Yo ya estaba en otra historia. Me sentía bien, mucho mejor. Mis amigas estaban tan o más contentas que yo.

Los días siguientes seguí saliendo con Gerard. Realmente era muy dulce y me sentía bien con él. Ya no quería saber nada con Segundo. Había sucedido tal cual el dicho “Un clavo saca a otro clavo”.

Llegó la navidad. Después de las doce nos reunimos en la casa de Ernesto porque no estaban los viejos. Segundo también había ido. En un momento yo me quedé sola en la cocina y Segundo me vino a hablar. Me dijo que era muy linda; que por favor lo perdonara; que se sentía totalmente arrepentido de lo que me había hecho; que era un boludo y que lo había hecho porque en ese momento estaba en la pavada pero que para él yo era muy linda y que era la chica con la que quería estar. Yo le dije que tenía novio y que no quería saber nada con nadie más. Volví a mi casa muy contenta a mi casa. Realmente no lo podía creer. Era lo que había esperado un año entero. Justo en ese momento me tenía que pasar ¡Justo cuando estaba de novia y bien con otro chico!

Quedamos en que hablaríamos por teléfono. Me llamó a los pocos días para vernos. Mis amigos se enteraron y estaban todos enojados. Mis amigas estaban contentas como yo. Yo en realidad estaba desconcertada. Sabía lo que quería hacer pero no sabía si me iba a salir bien o qué iba a pasar. Tampoco quería engañar a Gerard.

Me llamó y fui a su casa al salir de una reunión en el centro. Lo pasé a buscar yo por su casa porque sino su mamá no lo dejaría salir ya que debía rendir muchas materias en diciembre. Fuimos a un bar a tomar una cerveza. Nos quedamos hasta que cerró el bar. Luego fuimos a un kiosco a comprar cervezas. Tomamos dos más. Terminamos borrachos hablando de nuestras cosas, de nuestra vida, que pensábamos hacer, estudiar, y también de las vacaciones ya que él se iría con todos los chicos a Mar de Ajó.. Él me dijo muchos piropos e intentó darme besos que yo esquivé. Luego me dijo si quería pasar a la casa. Eran como las tres de la mañana. Antes de entrar se me acercó para darme un beso. Yo le dije “No, Segundo, tengo novio”. Pero me lo dio igual y esta vez yo accedí.

Entramos a la casa. La hermana estaba mirando televisión en el comedor diario. Seguimos de largo. Fuimos a su habitación. Ahí me mostró las entradas a recitales, algunas fotos y cosas personales. Nos sentamos sobre la cama. Me dio más besos. Hablamos bastante. Yo estaba enamorada pero no totalmente entregada como hacía un año atrás. Ya sabía que él podía volver a traicionarme. Cuando miré la hora eran las cuatro de la mañana. Le dije que debía irme. Me acompañó hasta la parada del colectivo y regresé a mi casa. Estaba muy feliz. Pensé que podía entregarle una carpeta que contenía montones de poemas y cartas que le había dedicado. Sí. Quería dársela la próxima vez que lo viera. Volvimos a vernos el 31 de diciembre. El mismo día que me reuniría con mi familia para celebrar año nuevo. Ese mismo día había tenido dos despedidas. Una con mis amigas y otra con Gerard. Porque el 1º d enero me iba a Inglaterra a estudiar inglés. Nos encontramos cerca de mi casa y fuimos al parque Centenario. Le di la carpeta pero le dije que leyera todo después, cuando estuviera solo. Ese encuentro no me gustó mucho. Primero porque sentía que lo engañaba todavía más a Gerard porque veía a los dos el mismo día y segundo porque él estaba en muy mal ambiente. Me contó que se había peleado con los padres, que se había ido de la casa. Pasó año nuevo y me fui a Inglaterra. Allá pensé en Segundo y en Gerard los primeros días pero luego de cinco días me olvidé de ellos, de mi familia, de mi país y disfruté muchísimo el viaje con las personas que tenía al lado. Allá había muchas oportunidades para aprovechar. Igual a todos les dije que tenía novio, por Gerard, y si bien tuve propuestas no estuve con ningún chico.

Cuando volví de Inglaterra Segundo me llamó para vernos y porque necesitaba la carpeta de Geografía. Nos volvimos a encontrar cerca de su casa. Fue una salida parecida. Tomamos cerveza, nos emborrachamos y nos dimos algunos besos. Quedamos en hablarnos y me acompañó hasta la parada del colectivo. Los días pasaron y él no me llamó. Finalmente lo llamé yo. El no demostró ningún interés. Me dijo que no podía salir, que no lo dejaban porque tenía que estudiar para rendir las materias de marzo. Yo, enojada, le corté y no lo ví más hasta pasados unos cinco meses. Si bien la mayoría habíamos empezado el CBC o distintas carreras, me lo crucé en algunos cumpleaños o reuniones. Siempre era muy incómodo. Yo con un grupo y él con otro. Yo me enteraba de cosas que me hacían doler, que el salía con una, con otra. Finalmente decidí acabar con todo eso y me puse de novia con el hermano de una amiga. Ahí comenzó mi felicidad. Todo cambió. Por primera vez había conocido a alguien que me valoraba y respetaba por lo que yo era, al que no tenía que estar persiguiendo para vernos ni para que me llamara. A Segundo lo seguía viendo pero realmente ya no era lo mismo. Yo ya tenía mi noviazgo armado y estaba muy conforme con él. Luego de un año me llamó. Dijo que quería verme. Yo le dije que tenía novio que no quería y que me parecía desubicado de su parte hacer eso, después de todo lo que había pasado. El se ofendió y me cortó. Yo me sentía muy confundida. Realmente me había desconcertado que haya aparecido. Hasta me había hecho dudar de mis sentimientos por el novio que yo tenía en ese momento. Al final opté por mi novio y desde ahí en adelante no supe nunca más nada de Segundo.

Año 2009, habían pasado diez años de nuestro egreso del colegio secundario y aproximadamente lo mismo desde la última vez que sabía algo de él. Una mañana estoy chateando con una muy amiga mía, Virginia que me pregunta “¿De dónde lo conocés a Segundo Carranza? Lo ví entre tus amigos del Facebook. Es mi compañero de trabajo desde hace tres años. Yo me quedé paralizada. No podía creerlo. Lo peor era que yo había ido al trabajo de Vir en una oportunidad. Y ahora resultaba ser que era su compañero. Paralelamente unos compañeros de la escuela habían organizado una reunión de reencuentro con los chicos del secundario. Sería dentro de un mes. Segundo ya no me importaba en lo más mínimo. Era aparte del pasado y de esos momentos en los que mi corazón era ablandito y se derretía ante cualquier fueguito. Ahora estaba más fuerte y firme y así se mantendría al verlo luego de tantos años. En realidad me importaba la historia pasada que había tenido con él pero lo vería a él como un compañero más; como alguien bueno pero que ya no significaba nada más que una historia del pasado para mí. Segundo fuiste mi segundo beso, mi segundo noviecito y si bien la historia contigo no duró un segundo creo que ni por un segundo más podría pensar en ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario